La Oca de Oro
Autor original: Hermanos Grimm
Adaptado por Educrea
Había una vez un leñador que tenía tres hijos. A los dos mayores todos los conocían por su inteligencia y habilidades. Pero al menor... bueno, todos le decían “El Zoquete”. No porque fuera tonto, claro que no, sino porque era distraído, curioso y un poco torpe… pero con un corazón enorme.
Un día, el hijo mayor quiso ir al bosque a cortar leña. Su madre le preparó una rica torta con huevos y una botella de jugo. Todo parecía perfecto.
En medio del bosque, se encontró con un anciano pequeñito, de barba gris y ojos brillantes.
—Buen día, joven —dijo el hombrecillo—. ¿Me darías un pedacito de tu torta y un sorbo de tu vino? Tengo mucha hambre.
—¿Qué? ¡No! —respondió el mayor—. ¡Si te doy, me quedaré sin nada!
Y siguió su camino. Pero ¡ay!, no pasó mucho tiempo hasta que se cortó la mano con el hacha y tuvo que regresar a casa.
Entonces, el segundo hermano decidió intentarlo. También recibió una torta deliciosa y jugo. Y también se topó con el anciano.
—¿Un pedacito de torta para este viejo hambriento? —preguntó con una sonrisa.
—¡Vete de aquí! Esto es para mí —respondió el segundo hermano.
Y... sí, también terminó con una pierna herida al poco rato. ¡Ay!
Entonces, el más pequeño, el dulce Zoquete, pidió su turno. El papá no estaba muy convencido, pero él insistió tanto, que al final lo dejaron ir. Su madre, eso sí, solo pudo darle una torta dura cocida en ceniza y una botella de jugo agrio. No era mucho, pero él sonrió igual.
Ya en el bosque, adivina quién apareció...
—¡Hola! —dijo el anciano—. ¿Podrías compartir tu comida conmigo?
—Claro —respondió El Zoquete—. No es gran cosa, pero si quieres, comemos juntos.
Y ¡magia! Al abrir la bolsa, la torta se había convertido en un delicioso pastel de huevos y la cerveza... ¡en vino dulce y espumoso!
El anciano sonrió con ternura.
—Por tu bondad, te daré un regalo. Corta ese árbol viejo, el que está junto al arroyo. Algo especial te espera.
Y así lo hizo. ¡Qué sorpresa! En las raíces del árbol, había una oca con plumas de oro puro. ¡Relucía con la luz del sol!
El Zoquete la tomó con cuidado y se fue a descansar a una posada cercana. Las hijas del posadero, al ver esa oca tan brillante, quisieron arrancarle una pluma. Una por una se acercaron… y al tocarla, ¡se quedaron pegadas!
Primero una, luego la otra, y después la tercera. ¡Qué escena tan graciosa!
A la mañana siguiente, El Zoquete tomó su oca bajo el brazo, sin notar que las tres chicas iban pegadas detrás. Caminaba tan tranquilo, mientras ellas lo seguían como un tren humano. En el camino, también se pegó un cura, un sacristán y hasta unos granjeros.
¡Era una caravana dorada!
Llegaron así a un reino donde vivía una princesa que nunca, nunca, nunca había reído. Ni un poquito. Ni una sonrisita.
El rey había prometido que quien lograra hacerla reír, podría casarse con ella.
Cuando la princesa vio a todo ese grupo de personas pegadas uno detrás del otro, con cara de sorpresa y pasos descoordinados… ¡no pudo evitarlo!
¡JAJAJAJAJA!
Rió tan fuerte que le dolía la panza. ¡Fue la mejor risa de su vida!
El Zoquete pidió casarse con ella. Pero el rey, algo testarudo, dijo:
—Primero debes traerme a alguien que pueda beber todo el jugo del palacio.
El Zoquete fue al bosque, donde encontró a un hombre con cara de sed.
—¿Tienes sed? —preguntó.
—¡Mucha! El agua no me sirve y el jugo nunca es suficiente…
—¡Ven conmigo! —dijo sonriendo.
Y ese hombre se bebió toda la bodega real. ¡Toda!
Pero el rey volvió a poner otra prueba:
—Quiero que traigas a alguien que pueda comerse una montaña de pan.
Y claro, en el bosque, el Zoquete encontró a otro hombre que siempre tenía hambre. Lo llevó al castillo y... ¡zas! La montaña de pan desapareció.
—Bueno... una última prueba —dijo el rey con un suspiro—. Tráeme un barco que pueda navegar por tierra y por agua.
El Zoquete volvió al bosque. El anciano apareció por última vez, sonriendo:
—Gracias por compartir tu torta, tu jugo... y tu corazón. Aquí tienes el barco mágico.
Cuando el rey vio ese barco maravilloso, ya no pudo decir que no.
Se celebró una gran boda. El Zoquete se convirtió en príncipe, luego en rey, y vivió muchos años feliz, junto a la princesa que aprendió a reír... gracias a la bondad.
🌟 Y así termina nuestra historia...
Ser amable, generoso y tener buen corazón... ¡puede llevarnos muy lejos!🌟
💬 Preguntas para conversar en familia:
- ¿Qué habrías hecho tú si el anciano te hubiera pedido comida?
- ¿Qué parte del cuento te hizo reír más?
- ¿Por qué crees que el Zoquete logró tanto con tan poquito?
