Los músicos de Bremen Autor original: Cuentos folclóricosAdaptado por Educrea Había una vez un asno mayor, de paso lento pero mirada despierta, que trabajó toda su vida llevando sacos de grano al molino. Con los años se volvió más viejo, y sus dueños pensaron que ya no servía para el trabajo pesado. El asno, que era sensible y muy inteligente, sintió una mezcla de tristeza y esperanza. Después de pensarlo durante la noche, decidió emprender un nuevo camino. —Tal vez en Bremen quieran un músico como yo —se dijo, moviendo sus orejas con ilusión. Y así comenzó su viaje. El asno llevaba un buen rato caminando cuando encontró, recostado junto al camino, a un perro jadeando de cansancio. Tenía los ojos apagados, como si hubiese llorado. —Amigo, ¿te encuentras bien? —preguntó el asno con suavidad. —No mucho —respondió el perro con voz temblorosa—. Me hice viejo, y mi amo ya no me quiere. Tuve que escapar para salvarme… y ahora no sé qué será de mí. El asno se acercó con empatía. —A mí me pasó algo parecido. Voy camino a Bremen para convertirme en músico. ¿Por qué no vienes conmigo? Tú puedes tocar los timbales, yo tocaré el laúd. Los ojos del perro brillaron un poco. —¿De verdad? ¡Sí, voy contigo! Así siguieron juntos, animándose mutuamente. Más adelante encontraron a un gato sentado al borde del camino, con el pelaje despeinado y la cola caída. —No tienes buena cara —le dijo el asno con amabilidad. El gato suspiró. —Mi ama dijo que ya no sirvo para cazar ratones… y quiso deshacerse de mí. Logré escapar, pero ahora estoy tan asustado que no sé adónde ir. El perro movió la cola para animarlo. —Pues ven con nosotros. Estamos formando una banda musical. ¡Tus maullidos serán perfectos! El gato, sorprendido de ser bienvenido, aceptó con un pequeño ronroneo tímido. Al pasar cerca de una granja, escucharon un canto triste. Era un gallo en lo alto de un portal, con las plumas erizadas. —Pareces muy preocupado, amigo —dijo el asno. —Y cómo no —contestó el gallo, con la voz quebrada—. Mañana hay una fiesta y mi ama quiere que yo… que yo sea el plato principal. El perro y el gato se miraron horrorizados. —No permitiremos eso —aseguró el asno—. Ven con nosotros. En Bremen podremos formar la mejor banda. Con esa voz tan potente que tienes serás un gran cantante. El gallo alzó el cuello, recuperando un poco de su orgullo. —Si eso creen… entonces sí, los acompaño. Cuando cayó la noche, los cuatro amigos se refugiaron bajo un árbol del bosque. El gallo, que dormía en la rama más alta, vio una luz lejana y avisó enseguida. —Debe ser una casa —dijo el asno—. Quizás allí podamos descansar mejor. Se acercaron despacio y descubrieron que era la guarida de unos ladrones que cenaban felices alrededor de una mesa llena de comida. Al perro se le hizo agua la boca. —¡Qué festín! —Si logramos que se vayan, podremos cenar y dormir bajo techo —propuso el gato. Entre los cuatro armaron un plan ingenioso. El asno se apoyó en la ventana; el perro subió sobre él; el gato sobre el perro; y el gallo se posó en lo más alto. A la señal del asno, todos hicieron su mejor “música”: Un rebuzno profundo, un ladrido fuerte, un maullido agudo y un “¡quiquiriquí!” que retumbó por toda la casa. El estruendo fue tal que los ladrones, creyendo que un monstruo terrible había entrado, huyeron despavoridos. Los animales entraron felices y compartieron la deliciosa comida. Luego buscaron rincones cómodos para dormir. Pero pasada la medianoche, uno de los ladrones volvió para ver qué había ocurrido. Entró a oscuras y al acercarse al fogón vio dos luces brillantes: los ojos del gato, que no había logrado dormir profundamente. El ladrón se asustó tanto que retrocedió, y el gato saltó sobre él arañándolo. Al tratar de escapar, recibió una patada del asno, un mordisco del perro y el grito ensordecedor del gallo. Convencido de que un espíritu terrible lo había atacado, volvió corriendo con los demás y les suplicó que se fueran lejos. Y así lo hicieron, para no volver jamás. Desde entonces, el asno, el perro, el gato y el gallo decidieron quedarse a vivir en esa casa. Allí pasaron sus días tranquilos y seguros, compartiendo risas, historias y, por supuesto, mucha música. Porque lo más valioso que habían encontrado en su camino no fue solo un hogar… sino una amistad que les devolvió la alegría. 🌟 Y así termina nuestra historia... A veces, cuando la vida nos cambia el rumbo, encontramos personas —o amigos— que nos ayudan a descubrir nuevas formas de brillar. 💬 Preguntas para conversar en familia: 1. ¿Cómo crees que se sintió el perro cuando encontró un nuevo amigo? 2. ¿Por qué crees que los animales se ayudaron entre sí si recién se conocían? 3. ¿Qué parte del cuento te generó más alegría? ¿Y cuál más preocupación? |
