La bella y la bestiaAutor original: anónimoAdaptado por Educrea
Había una vez un comerciante que vivía con sus tres hijas en una casa alegre y llena de cariño. La mayor soñaba con vestidos elegantes, la segunda con joyas brillantes… y la menor, llamada Bella, solo deseaba algo sencillo: —Padre —dijo con dulzura—, si puedes traerme una rosa cortada con tus propias manos, seré feliz. El comerciante partió a un largo viaje. Cuando ya regresaba a su hogar, una tormenta enorme lo sorprendió. El viento soplaba fuerte, la lluvia era intensa y el camino se volvió oscuro. Cansado y empapado, vio una luz entre los árboles. Era un gran castillo iluminado. Al acercarse, la puerta estaba entreabierta. Aunque llamó varias veces, nadie respondió. Dentro había una mesa servida con comida calientita, como si alguien lo esperara. Con mucho respeto, decidió sentarse. Después de cenar, subió a una habitación con una chimenea encendida y una cama muy cómoda. —Quién sea que vive aquí, es muy generoso —susurró antes de dormirse. A la mañana siguiente encontró una bandeja servida junto a su cama, pero nuevamente… nadie apareció. Cuando se dispuso a marcharse, vio un jardín lleno de flores de mil colores. Y allí, el rosal más hermoso que había visto. Recordó la petición de Bella. —Ella adoraría una rosa tan bonita —pensó mientras cortaba una. En ese instante, apareció una figura grande, cubierta con un elegante traje, pero con aspecto extraño: no era un hombre… tampoco un animal. Era una Bestia, con una presencia imponente y una mirada profunda. —Has tomado algo valioso de mi jardín —dijo con una voz fuerte, pero no cruel—. Te ofrecí refugio y alimento, y te marchas sin pedir permiso. El comerciante se asustó y explicó: —Mi hija Bella ama las flores. Solo quería llevarle una rosa. No pretendía ser irrespetuoso. La Bestia respiró hondo. —Puedes irte —respondió finalmente—. Pero te pido que regreses con Bella. No para hacerle daño, sino porque deseo conocerla. El comerciante volvió a casa preocupado. Pero cuando les contó lo ocurrido, Bella tomó su mano y dijo con ternura: —No tengas miedo, padre. Yo iré. No quiero que sufras por mi causa. Con el corazón apretado, el padre la acompañó. Cuando Bella llegó al castillo, descubrió algo inesperado: la Bestia no era feroz. Era tímida, respetuosa y muy amable. Le ofreció una habitación luminosa, vestidos cómodos, libros, música y un jardín donde podía pasear. Al principio, Bella sentía nervios, pero poco a poco descubrió que la Bestia tenía un corazón bueno. Pasaban tardes conversando junto al fuego. A veces hablaban de viajes; otras, de sueños. Bella se sorprendió de cuánto disfrutaba su compañía. Un día, la Bestia le regaló un espejo mágico. —Así podrás ver a tu familia cuando los extrañes —le dijo con tono suave. Mirándolo, Bella vio a su padre enfermo. —Quisiera verlo… aunque sea un momento —murmuró. La Bestia bajó la cabeza y se alejó unos minutos. Cuando volvió, dijo: —Puedes ir con él. Pero prométeme que regresarás en siete días. Bella lo abrazó con gratitud. —Lo prometo. Gracias por ser tan bueno conmigo. La familia de Bella se alegró al verla. Su padre, al abrazarla, recuperó el ánimo y poco a poco se recuperó por completo. Bella disfrutó tanto estar en casa que olvidó contar los días. Una noche tuvo un sueño inquietante: vio a la Bestia recostada bajo un árbol, triste y débil. —Vuelve… —susurraba. Bella despertó sobresaltada. —He roto mi promesa… y él me necesita —dijo angustiada. Montó su caballo y corrió al castillo. Recorrió pasillos vacíos, llamó su nombre y bajó al jardín. Allí encontró a la Bestia recostada bajo el rosal. —No te dejaré solo —dijo con voz temblorosa—. Estaré contigo. Siempre. La Bestia la miró con ternura. —¿De verdad deseas quedarte? —Sí —respondió Bella—. Tal como eres, eres importante para mí. En ese momento, una luz suave envolvió al castillo. La Bestia se transformó en un joven amable y dulce. —Estaba prisionero por un encantamiento —explicó—. Solo el cariño sincero podía romperlo. Se celebró una boda llena de alegría, y desde ese día el castillo fue conocido como El Castillo de la Rosa. Bella y el joven príncipe vivieron felices, rodeados de jardines, amigos y un amor construido desde la bondad. 🌟 Y así termina nuestra historia... La verdadera belleza está en el corazón: aparece cuando tratamos a otros con bondad, respeto y sinceridad.
💬 Preguntas para compartir entre padres e hijos:1. ¿Cómo demuestra la Bestia que cambia gracias al cariño y al respeto? 2. ¿Qué crees que sintió Bella la primera vez que habló con la Bestia? 3. ¿Qué situaciones de la vida real nos enseñan a ver “la belleza interior” de las personas? |
