Las hadasAutor original: Charles PerraultAdaptado por Educrea
Érase una vez una mujer viuda que tenía dos hijas muy distintas entre sí. La mayor se parecía muchísimo a su madre: ambas eran serias, un poco malhumoradas y a veces trataban a los demás con demasiado orgullo. La menor, en cambio, era todo lo contrario: dulce, amable, respetuosa y con una sonrisa que iluminaba cualquier habitación. También era muy hermosa, pero lo que más destacaba de ella era su buen corazón. Como suele ocurrir, la madre prefería a la hija que se parecía a ella. Por eso le daba los mejores vestidos y la trataba con delicadeza. En cambio, a la hija menor la hacía trabajar de sol a sol: limpiar, ordenar, cocinar y llevar agua desde una fuente que estaba bastante lejos de casa. Un día caluroso, mientras la joven llenaba su jarra en la fuente, vio acercarse a una anciana que parecía muy cansada. —¿Podrías darme un poco de agua, querida? —le pidió con voz temblorosa. La muchacha no lo dudó ni un segundo. —Claro que sí, señora —respondió con cariño. Enjuagó la jarra con cuidado, tomó agua fresca del manantial y la sostuvo con ambas manos para que la anciana pudiera beber cómodamente. La mujer sonrió con ternura. —Eres tan amable que no puedo irme sin darte las gracias como corresponde. Y de pronto, la anciana brilló por un instante… transformándose en un hada. La muchacha abrió los ojos sorprendida. —Te regalo un don —continuó el hada—. A partir de ahora, cada vez que hables, de tu boca saldrán flores o pequeñas piedras preciosas. Te lo concedo porque tu gentileza y tu corazón merecen ser reconocidos. La niña, sin entender del todo, agradeció tímida y regresó a casa. Cuando llegó, su madre la regañó por tardar. —Perdón, madre mía, me demoré un poco… —dijo la joven. En ese instante cayeron de su boca rosas, margaritas, perlitas y unos brillantes destellos que parecían joyas. La madre se quedó boquiabierta. —¡¿Qué es esto?! ¡¿De dónde salen esas maravillas?! La joven, con la misma inocencia de siempre, contó lo ocurrido. Con cada frase, salían flores suaves y pequeñas piedritas fulgurantes. La madre no podía creer su suerte. —¡Fanchon! —llamó a la hija mayor—. ¡Ven a ver esto! Si haces lo que hizo tu hermana, tú también tendrás ese don. Ve ahora mismo a la fuente. Y compórtate con gentileza cuando alguien te pida agua. La hija mayor, que no era muy dada al buen humor, refunfuñó, pero igual tomó el jarro más bonito de la casa y fue a la fuente. Allí, el hada volvió a aparecer, esta vez con la apariencia de una noble dama con un elegante vestido. —¿Podrías darme un poco de agua? —le pidió con amabilidad. Fanchon la miró de pies a cabeza. —¿Para eso he venido yo hasta aquí? —respondió molesta—. Si quiere agua, ¡pues beba directamente del jarro! El hada suspiró con tristeza. —Tu corazón aún tiene mucho que aprender —dijo con calma—. Por eso, a partir de hoy, cada vez que hables… saldrán de tu boca pequeños animalitos del bosque, como sapitos o culebritas diminutas. Ojalá algún día esto te enseñe a tratar mejor a los demás. Cuando la mayor regresó a casa, su madre se llevó un susto al ver las pequeñas criaturas que aparecían cuando su hija hablaba. —¡Esto es culpa de tu hermana! —gritó, sin razón. La hija menor, asustada, salió corriendo al bosque para evitar más problemas. Allí, entre los árboles, se encontró con el hijo del rey, que volvía de un paseo. Al verla llorar, se acercó preocupado. —¿Qué ocurre? —le preguntó con voz suave. La muchacha le contó lo sucedido. Mientras hablaba, de su boca caían flores delicadas y piedras preciosas que brillaban como estrellas. El hijo del rey quedó maravillado, no por las joyas, sino por la bondad y sinceridad de aquella joven. —Eres alguien muy especial —le dijo—. ¿Puedo llevarte al palacio para que estés segura? Ella aceptó. En el palacio, todos la recibieron con cariño, y con el tiempo, el joven príncipe y la muchacha se enamoraron. Se casaron rodeados de flores, risas y alegría. En cuanto a la hermana mayor, tardó mucho en comprender lo ocurrido. Y la madre, al ver las diferencias, finalmente entendió que la bondad vale mucho más que cualquier riqueza. 🌟 Y así termina nuestra historia... La amabilidad y el buen corazón abren caminos que ninguna riqueza puede conseguir.
💬 Preguntas para compartir entre padres e hijos:1. ¿Por qué crees que el hada le dio un regalo tan especial a la hija menor? 2. ¿Qué enseñanza podemos sacar del comportamiento de la hermana mayor? 3. ¿Qué cosas bonitas podemos hacer cada día para mostrar amabilidad a quienes nos rodean? |
