Lo que se puede inventar
Autor original: Hans Christian AndersenAdaptado por Educrea Había una vez un joven que soñaba con ser poeta. Le encantaban las palabras, los libros y las historias. Se imaginaba a sí mismo recitando poemas, emocionando a la gente y viviendo de lo que escribía. —Antes de Pascua ya seré un gran poeta —se repetía—. Me casaré, tendré mi casa y viviré de mis versos. Pero había un problema: por más que se sentaba a escribir… no se le ocurría nada. Miraba por la ventana, pensaba y pensaba, pero su cuaderno seguía en blanco. Entonces suspiraba y se desanimaba: —He nacido demasiado tarde… —decía triste—. Otros poetas ya han escrito sobre todo: sobre el amor, la naturaleza, las aventuras, la tristeza, la alegría… ¡Ya no queda nada nuevo! Con el tiempo, el joven estudió tanto y se preocupó tanto por ser original, que terminó enfermándose y quedando casi sin dinero. Los médicos no encontraban medicina para esa pena que llevaba en el corazón. —Quizás la mujer sabia pueda ayudarme —dijo un día. Esa mujer vivía en una casita junto a un portón. Además de abrir y cerrar el portón a quienes pasaban, todos decían que veía más allá de lo evidente y que sabía escuchar muy bien. El joven fue a visitarla. Al llegar, notó que la casa era pequeña, sencilla y un poco seria. No había flores ni árboles frondosos. Solo una colmena llena de abejas junto a la puerta, y cerca de ahí, un arbusto, con unas pequeñas bayas oscuras que solo se podían comer cuando el frío las había tocado. El joven, que buscaba ideas, pensó: —Qué extraño… hasta este arbusto podría ser una historia. La mujer sabia abrió la puerta antes de que él llamara. Lo miró a los ojos y sonrió con cariño. —Ya sé a qué vienes —le dijo—. Quieres ser poeta, pero sientes que no se te ocurre nada. —Es que todo ya fue escrito —respondió él—. Nuestra época no es como antes. La mujer negó con la cabeza. —Cada tiempo tiene su magia —le explicó—. Antes lastimaban a las personas que no entendían o les tenían miedo, y los poetas pasaban hambre y frío. Hoy tenemos otras dificultades, pero también otras oportunidades. Lo que pasa es que no estás mirando bien. Te falta abrir más los ojos, los oídos y el corazón. Luego sacó de una mesita unas gafas un poco antiguas y una pequeña trompetilla para el oído. —Ponte esto —le dijo—. Pero escucha: no basta con mirar y oír, también tienes que dejar de pensar tanto en ti mismo y prestar atención al mundo. Las historias están por todos lados. Al joven le costó un poco eso de “dejar de pensar en sí mismo”, pero aceptó. Se puso las gafas y la trompetilla, y la mujer lo llevó al medio de un campo de patatas. Le puso una en la mano, una papa grande y redonda. De pronto, el joven escuchó una voz suave que salía de ella, como si cantara: —Te contaré nuestra historia… —decía la patata—. Llegamos hace muchos años a este continente. Al principio nadie creía en nosotras. No sabían cómo sembrarnos, nos miraban con desconfianza… pero fuimos pacientes. Aprendieron a cuidarnos y hoy somos alimento para millones de personas. No brillamos como el oro, pero damos fuerza, energía y vida. El joven abrió los ojos sorprendido. —¡Una simple papa tiene una historia! —Claro —dijo la mujer sabia—. Las cosas sencillas también guardan tesoros. Ahora escucha al arbusto con bayas. Se acercaron al arbusto de bayas oscuras. Con las gafas y la trompetilla, el joven oyó otra voz: —Nosotros también tenemos una historia —susurraban los arbustos—. Crecemos en lugares fríos, y solo cuando llega la helada nos volvemos dulces. Esperamos, resistimos y, al final, el frío nos transforma. El joven sonrió. —Hasta este arbusto pequeño tiene algo que decir… La mujer lo llevó luego frente a la colmena. —Mira adentro —le pidió. Él miró atentamente y vio un mundo en movimiento: abejas entrando y saliendo, otras ventilando con sus alas, algunas cargando polen en sus patitas, otras cuidando de la reina. Cada una tenía una tarea, pequeña pero importante. —Aquí dentro hay muchas historias —pensó el joven—. De trabajo en equipo, de esfuerzo, de paciencia… La mujer lo condujo finalmente al borde de un pequeño foso y le indicó: —Ahora mira hacia el camino. El joven miró y vio pasar carros, personas caminando deprisa, otras despacio, algunas riendo, otras preocupadas, vendedores, niños con sus mochilas, ancianos apoyados en sus bastones. Era un río de vida. —¡Cuántas historias! —exclamó—. Historias de viajes, de sueños, de problemas, de encuentros… ¡Están por todas partes! La mujer sabia asintió con ternura. —¿Ves? No se han acabado las historias. Solo tenías que aprender a mirar y a escuchar. Entonces, con suavidad, le quitó las gafas y la trompetilla. El joven parpadeó. —Ahora todo se ve normal… Ya no escucho las voces como antes. —Las gafas y la trompetilla solo te mostraron lo que siempre estuvo ahí —explicó la mujer—. No vas a hacerte poeta de un día para otro, ni a la primera Pascua ni a la segunda. Pero si sigues observando, escuchando y abriendo tu corazón, las historias llegarán. El joven se entristeció un poco. —¿Y si lo que quiero es ganar dinero rápido con la poesía? La mujer suspiró. —Si solo quieres eso —dijo, mirándolo con seriedad—, puedes dedicarte a criticar lo que escriben los demás, dar consejo y decir cosas en las que pueden mejorar con un toque humorístico. Pero si lo haces con comentarios que lastimen el trabajo de otros, puede que te aplaudan por un tiempo. Pero eso no te convertirá en poeta, ni te hará feliz. El joven se quedó pensativo. Salió de la casa murmurando: —¡Lo que uno puede inventar! Y en ese momento, sin darse cuenta, ya estaba empezando una historia: la suya propia, la de un muchacho que tenía que aprender a crear en lugar de destruir, a mirar el mundo con ojos nuevos y a descubrir que las mejores ideas nacen cuando dejamos de compararnos con los demás. 🌟 Y así termina nuestra historia... A veces creemos que todo está inventado, pero cuando miramos con atención, descubrimos que el mundo está lleno de historias nuevas esperando a que alguien las escuche y las cuente con amor. 💬 Preguntas para conversar en familia: 1. Si tuvieras unas “gafas mágicas” como las del cuento, ¿qué objeto cotidiano te gustaría que te contaran su historia? 2. ¿Qué objetos o situaciones conoces que, aunque parezcan simples, tengan una historia profunda detrás? 3. ¿Qué personaje te pareció más sabio y por qué? |
