Riquet el del Copete

Autor original: Charles Perrault

Adaptado por Educrea                                  


Había una vez, en un reino lleno de bosques verdes y castillos brillantes, una reina que esperaba con ilusión el nacimiento de su primer hijo. Cuando por fin llegó el día, el bebé resultó ser distinto a lo que todos imaginaban. Era pequeñito, algo desordenado de formas y, según algunos, un poquito, muy poquito bonito. Pero tenía una cosa muy especial: un copete de pelo en la cabeza que se levantaba como una pluma traviesa.


La reina, sorprendida y preocupada, no sabía qué pensar. Sin embargo, en ese mismo momento apareció un hada que había asistido al nacimiento. Con voz suave, le dijo:


—No se preocupe, señora. Este niño tendrá un brillo especial. Será tan inteligente que todos quedarán encantados al escucharlo. Además, podrá compartir su inteligencia con la persona que más llegue a amar.


Aquellas palabras reconfortaron a la reina, y con el paso del tiempo, el pequeño —a quien llamaron Riquet el del Copete— demostró ser ingenioso, amable y muy ocurrente. 

Su forma de hablar hacía sonreír incluso a los más serios de palacio.


En un reino vecino, años después, otra reina dio a luz a dos niñas. La primera era tan bella que parecía que el sol había dejado un rayo de luz sobre su rostro. La segunda, en cambio, no era tan agraciada, pero tenía unos ojos llenos de curiosidad y una sonrisa que anunciaba una gran inteligencia.


El hada que había visitado a Riquet también estuvo presente en este nacimiento. Con cuidado dijo:


—La mayor tendrá una belleza extraordinaria, pero tendrá un poquito de inteligencia. La menor, en cambio, será muy lista y prudente, aunque no tan bella.


La reina suspiró. ¿Cómo podía alegrarse por una hija y sufrir por la otra al mismo tiempo? El hada, queriendo aliviar su corazón, añadió:


—Su hija mayor no podrá recibir inteligencia de mí… pero sí le daré un regalo valioso: tendrá el poder de entregar belleza a la persona que ame de verdad.


Así crecieron las dos princesas. La mayor era tan hermosa como una estrella, pero solía confundirse, tropezarse y decir cosas que no siempre tenían sentido. La menor, aunque físicamente poco llamativa, era encantadora por su manera de pensar y hablar.


Cuando ambas asistían a reuniones del reino, primero todos corrían a ver a la hermana mayor. Pero al poco rato, terminaban escuchando a la menor, fascinados por su inteligencia. La princesa mayor, aunque bondadosa, se entristecía al ver que todos se alejaban de ella para conversar con su hermana.


Un día, sintiéndose agobiada, decidió pasear sola en el bosque. Caminó entre los árboles hasta que escuchó pasos suaves. Era un joven príncipe bajito, de copete divertido y rostro peculiar… pero con una sonrisa sincera y unos ojos llenos de amabilidad: Riquet el del Copete.


—Princesa —dijo con respeto—, no entiendo cómo alguien tan hermosa puede estar tan triste.


Ella suspiró.


—Mi tristeza nace porque siento que todos esperan que sea algo que no soy. Daría cualquier cosa por tener un poco más de inteligencia.


Riquet la miró con ternura.


—Tal vez pueda ayudarte —respondió—. El hada que me bendijo al nacer me dio el poder de regalar inteligencia a la persona que más ame. Y yo… la he amado desde el día en que vi su retrato. Si aceptas casarte conmigo algún día, compartiré contigo ese don.


La princesa, sorprendida, no supo qué decir. Pero deseaba tanto comprender, pensar y expresarse bien, que decidió aceptar con un susurro tembloroso:


—Sí… dentro de un año te daré mi respuesta.


Apenas lo dijo, sintió que su mente se iluminaba. Las palabras fluían con facilidad, las ideas parecían pequeñas luciérnagas ordenadas. Riquet sonrió con gratitud, y juntos conversaron largo rato.


Pasó el tiempo, y la princesa se convirtió en la joven más ingeniosa del reino. Todos los príncipes cercanos querían casarse con ella, y entre ellos apareció uno especialmente amable, respetuoso y atractivo. El corazón de la princesa dudó: ¿y su promesa a Riquet?


Una tarde, caminando nuevamente por el bosque para pensar mejor, vio cómo la tierra se abría suavemente y asomaban cocineros y sirvientes preparando un banquete enorme.


—¿Y para quién es todo esto? —preguntó, sorprendida.


—Para las bodas del príncipe Riquet el del Copete —respondió un cocinero—. ¡Mañana es el gran día!


La princesa se llevó una mano al pecho. Había olvidado por completo que justo ese día se cumplía el año. Dio unos pasos más y allí apareció Riquet, elegante y esperándola con ilusión.


—¿Estás aquí para cumplir tu palabra? —preguntó él con cariño.


Ella bajó la mirada y, con voz sincera, admitió:


—Eres noble y bueno… pero no sé si puedo casarme contigo.


Riquet no se enojó. Al contrario, escuchó con paciencia. La princesa explicó sus dudas, sus sentimientos y su deseo de actuar con honestidad.


—Si al menos no fueras… tan distinto físicamente —dijo ella, intentando no herirlo.


Riquet sonrió de un modo cálido.


—Entonces quizá tú puedas ayudarme. El hada te dio un don: la capacidad de entregar belleza a quien ames.


La princesa lo miró sorprendida.


—Si tienes un espacio para mí en tu corazón —continuó él—, podrás verme con otros ojos.


Y así ocurrió. No hubo luces mágicas ni explosiones. Fue más sutil: ella comenzó a notar la ternura en la mirada de Riquet, lo gracioso de su copete, lo especial de sus gestos. 


Él empezó a verse distinto porque ella lo miró con afecto auténtico.


Finalmente, lo tomó de la mano.


—Sí —dijo con voz firme—. Quiero casarme contigo. No por un hechizo, sino porque veo quién eres realmente.


Al día siguiente se celebraron unas bodas alegres, sencillas y llenas de música. Y todos aprendieron que la belleza y la inteligencia son valiosas, pero lo más importante es la bondad del corazón.


🌟 Y así termina nuestra historia...

  A veces no se trata de cambiar cómo somos, sino de aprender a mirar y a mirarnos con amor, respeto y gratitud.


💬 Preguntas para conversar en familia:

1. ¿Qué parte de ti te gustaría valorar más, tal como la princesa aprendió a valorar su propia forma de ser?


2. ¿Crees que es bueno decidir rápido o es mejor pensar con calma? ¿Depende de la situación?


3. ¿Qué enseñanza crees que fue más importante para la princesa?